¿Qué vino deberías elegir para tu última cena?

2022-08-12 10:18:28 By : Mr. Kevin Du

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Te damos varias sugerencias sobre los vinos que deberías pimplarte sabiendo que tu final está cerca, ya sea mediante un apocalipsis global o unipersonal.

Hubo una época, en la que ya está siendo una brillante trayectoria en Esquire, que este preámbulo lo utilizaba para menospreciar los temas que me encargaba mi jefatura por resultarme obvios, simples o todo a la vez.

Pero de un tiempo a esta parte, no me queda otra que dejar constancia del giro de acontecimientos que está empezando a suceder con este asunto. En ese sentido 2021 ha acabado de manera satisfactoria y 2022 apunta maneras, ya que el primer texto del año está dedicado a la muerte, el deseo, la vida, y de como la una no se puede entender sin la otra, mientras nuestro apetito nunca es saciado.

Dicho de otro modo, hoy vamos a tratar de cual sería el último vino que os pimplaríais sabiendo que vuestro final está cerca, ya sea mediante un apocalipsis global (un científico ya ha puesto fecha a la extinción humana) o unipersonal. El caso es que los que aquí vienen a declarar han realizado el ejercicio intelectual de averiguar cual sería su última elección vínica.

Empezamos con la que ostenta el cargo más inalcanzable de todos los entrevistados: Almudena Alberca, Master of Wine, no solo identifica etiqueta si no que también incluye formato, Magnum (1,5 lts), para que cunda, ya que lo quiere compartir con todos sus seres queridos.

Intuyo que ella piensa que va a sobrevivirles, porque dentro de que no es un tamaño estándar, los hay más grandes.

El elegido no es otro que el Champagne Boërl & Krof, Brut Millésime, 1995 que he encontrado en tamaño de 3 lts. al, para el trance en que nos hayamos, indiferente precio de 16.770,60 euros.

Con Elena Larrea, Directora de Marketing de Grupo Faustino, no salta la sorpresa ya que ha decidido irse para el otro barrio ebria de Faustino I, Gran Reserva, 1964, DOCa Rioja.

“Ya que vamos a morir démonos un homenaje con un vino histórico, de esos que perduran a lo largo de los años y que nos arrancan una sonrisa. Al igual que nosotros aspiramos a perdurar entre nuestra familia y amigos gracias a las vivencias compartidas con ellos. Que dejemos una huella imborrable y, lo más importante, que nos recuerden riendo y con un buen vino.”

Sí, estamos intensos y no es momento de cambiar de registro. Me dirijo a Rosa Molinero Trías, periodista y comunicadora gastronómica, que reflexiona lo siguiente:

"Quiero imaginar que mi último vino vendrá después de haber probado, a lo largo de mi vida, una cantidad considerable de ellos. O sea, que para entonces, estaré bastante satisfecha con los vinos que me he echado al gaznate.

Así las cosas, me entregaré a mi último vino con un sólo deseo: que sea el vino que mi abuelo Ramón elaboraba en casa, para él y la familia, y que nunca pude probar. Como tantos otros hombres de su generación, mi abuelo, payés y carpintero multiempleado, cultivaba uva a escasos kilómetros de su casa, en Montcada i Reixac (Vallès Occidental) con la ayuda de mi abuela, mi madre y mi tía, que luego la pisarían en casa. Lo normal en la época era que distintas variedades convivieran en la misma viña, y sabemos que de la suya salían, por lo menos, la Xarel·lo, el Moscatell y la Garnatxa, todas piezas del mismo vino. Dejó cultivarlas a mediados de los 70, y yo llegué en el 92, por lo que me quedé y me quedaré para siempre sin probar ese vino, a no ser que se me conceda en mi último deseo".

Yo creo que está sobrevalorando el vino de su familia, pero bueno, es su elección.

Sigo preguntando, siendo el turno de Raquel Pardo, periodista especializada en temas vineros.

En este ejercicio quiere rendir tributo a uno de sus escritores favoritos, Oscar Wilde, cuya causa de muerte sigue sin estar clara. Lo que sí parece constatado es que él llevó a la práctica lo que os proponemos en este texto, y es que el autor dublinés, arruinado y denostado, pidió el champán más caro del hotel en el que se alojaba para, según Javier Marías en “Vidas Escritas”, en un momento de irónica lucidez soltar “Estoy muriendo por encima de mis posibilidades”.

Pues eso mismo busca Raquel con su elección: Champagne Bollinger, Vielles Vignes, 2008.

Un espumoso de casi 1.500 euros con el que también quiere reivindicar a Lily Bollinger, una revolucionaria de la burbuja de biopic ganador de Oscar.

Raquel es que no puede evitar parar de homenajear. Así es y así la queremos.

Continúo con Champagne gracias a Rodrigo Varona, cofundador de la consultora gastronómica Brandelicious y de la editorial Muddy Waters Books, que noveliza así su elección: “Me iré a la Playa de los Alemanes, en Cádiz, donde me abriría junto a mi pareja un André Clouet, Un Jour du 1911, mientras vemos el atardecer y me doy algún chapuzón intercalado con cada copa. No es el mejor vino que he tomado, ni tan siquiera el mejor Champagne, pero sí es el favorito de ella.”

Muy bien Rodrigo, lo que no sé si has pensado es que pasar el último día de tu vida en la playa ahí con sol, arena, en Cádiz además hay vientos muy desagradables... no sé. Sí por ejemplo ese día va a llover ya tienes que cambiar el plan con el añadido de que al día siguiente te mueres. Son muchas cosas en la cabeza. Dale una vuelta.

En cualquier caso, aquí podéis comprar su elección.

Más burbujeo francés con Concha Marcos, Propietaria, y Directora General, de la Agencia de Comunicación Bridge que nos suelta lo siguiente:

“Soy poco de tintos, mucho de blancos y champanes. Para la ocasión y si fuera lo último que fuera a beber en mi vida me decantaría sin duda por un buen champán (envejecido en barrica eso sí). Me quedo con Deutz, (bravo Concha, para mí la casa más infravalorada de la región), en concreto con su Cuvée Amour de Deutz, elaborado con Chardonay de viñedos Grand Cru de la famosa Côtes de Blancs.

Es un complejo y mineral, siendo clásico y refinado. Lo bebí por primera vez en la boda de una amiga y a la que, desde esta oportunidad que me brinda Esquire, agradezco haberme descubierto semejante joya para ocasiones muy, muy especiales.”

Tela con las bodas a las que invitan a Concha, yo a la última que fui había Protos Verdejo y Protos Crianza. Me harté a cerveza.

Aquí el enlace para emular la boda “Eyes Wide Shut” esta.

Dejando efervescencias atrás, sí os gustan los Burdeos míticos, Amaya Cervera viene a poner orden, la periodista fundadora de Spanish Wine Lover, la mejor web de vino, bilingüe (español/inglés), especializada en vino español. Esta vez no opta por una bodega patria, Amaya lo argumenta así:

“La teoría dice que ningún winelover puede dejar este mundo sin haber probado una botella de Château Cheval Blanc de 1947 y yo, hasta la fecha, aunque reconozco haber bebido vinos fantásticos de esos que dejan huella, no he tenido el placer de hacerlo. Cualquiera que lea este reportaje escrito por Mike Steinberger para Slate en 2008 acabará salivando y soñando con esta botella mítica. El texto tiene todos los ingredientes del buen periodismo y revela magistralmente la gran historia que se oculta tras el mito: cómo en un vino con defectos (parada de fermentación, más azúcar residual de lo debido y preocupantes índices de acidez volátil) la adversidad se transforma en virtud para generar un chorro de sensaciones únicas. Los grandes vinos suelen huir de fórmulas e ideas preconcebidas. De hecho, una de las cosas que más me fascinan de este mundo es la gran variedad de caminos que conducen a la excelencia".

Volviendo al Cheval Blanc del 47, Steinberger escribe: “En un instante, transformó mi comprensión de lo que un vino puede ser capaz. Compro la experiencia para irme de este mundo en pleno éxtasis vínico y eso implica (creo que el contexto permite soñar) una botella impecable y por supuesto un alma generosa que pague lo que cuesta. Pero no tengo prisa; me gustaría probar muchísimos vinos más antes del gran sorbo final.”

La de vueltas que le dan a querer beberse el vino de Ratatouille.

Yo aquí os dejo un 2010 que es añada superlativa.

Maider Larrañaga (AKA Iron Maider) de Arteaga Jatetxea (un templo del vino en Arrasate) y premio BMW Más Gastronomía a mejor sumiller 2020 se plantea si optar, ante la última botella de su vida, entre una cara, Romanee Conti y similares, o uno histórico como el Château d´Yquem 1806, vino robado en Atrio recientemente.

En esta tesitura me indica “que el vino, más allá de un alimento o el líquido resultante de la fermentación de la uva, es una experiencia y si eres consciente de tu propia muerte, que se viene ya, vas a estar en una situación anímica tan particular que elegir entre alguna de las opciones anteriores me resulta vacío. Quiero emoción y eso solo me lo da el vino raíz que me ha acompañado toda mi vida y ese no es otro que Bodegas Harresi, Maceración Carbónica, 2020, DOCa Rioja Alavesa.”

Vamos que Maider quiere beber lo que lleva toda la vida bebiendo. Ya sabéis, los vascos tienen mucho apego a sus cosas, y esta referencia tiene que ser muy suya porque ni enlace de venta he encontrado.

Más alucinante es el caso de Lara Villanueva, periodista gastronómica y de viajes, que me escribe: “Si tuviera que tomarme un vino en mis últimos minutos de vida (ojalá la cuenta atrás fuera lenta, para que se fuera abriendo) probablemente sería uno de los Jiménez Landi. Recientemente probé el Ataulfos, monovarietal de garnacha, parcela en altura (Gredos), DO Méntrida, fresco y goloso, en mi última cena del 2021 en Madrid. Fue una memorable velada navideña con mis suegros, brindando antes de cenar desde el rooftop del Four Seasons. Noche épica en todos los sentidos.”

A Lara lo que más le apetece, justo antes de trascender al otro lado, es evocar una cena con sus suegros. Podéis ya dejar de leer porque no creo que nadie resulte más inquietante que Lara.

Pero si queréis emular como debe ser beber con los mejores suegros del planeta, aquí os dejo enlace al Ataulfos.

Tiramos de crossover con la ejerciente de la crítica de vinos en ABC, Pilar Cavero, que declara: “voy a centrarme exclusivamente en los vinos que tengo en casa. No voy a recurrir a ningún unicornio o vino utópico que no posea. Siendo realistas, si me fuera a morir o a acabarse el mundo no me dedicaría a comprar ninguno más. También voy a ponerme en la situación de que la muerte es inminente, cuestión de horas, y no da tiempo a grandes preparaciones, ni a secuenciar diferentes vinos, por lo que recurriría al Hermitage de J.L. Chave de 1993 que atesoro. Aún así me vendría mejor que mi fin esté lejos ya que está botella aun va a ganar más con los años. Pero cuando llegue, estaré preparada.”

O sea que Pilar ya tiene este tinto en su casa. Pilar, un día que tengas un ataque hipocondriaco allí que me presento con copa y sacacorchos.

Será la única manera de probarlo ya que en una rápida búsqueda internetera he observado que todas las añadas a la venta de este juguete están agotadas.

Ahora me parece muy procedente traer a colación a Alberto Fernández Bombín, regente, junto a su familia, de la Taberna Asturianos, Winestar (sí, no estoy solo en el estrellato), divulgador televisivo de todo lo que se coma y/o se beba y dealer de referencias de culto. Estamos ante un experto de la teoría aplicada. Su elección es Bodega Valdespino, Moscatel Viejísimo, Toneles, DO Jerez: “Es un vino aromáticamente inagotable y en permanente evolución, como una peli de Marvel no se acaba nunca, pero aquí no aparecen macarras intergalácticos. Y es que uno si sabe que va a morir quiere ver el infinito a través de la copa”.

A mí lo del Universo Compartido de Marvel me gusta, aunque nunca recuerde nada de un largometraje a otro. En lo que sí estoy muy a favor es en eso de recibir a la muerte con sabor dulce en la boca.

Si os pensáis suicidar en breve aquí os dejo enlace:

Me salgo del profesional del sector y pregunto a Luceral, Dj y creadora de contenido, no os perdáis su cuenta de Instagram @luceral. Ella se deja de hostias y tira por la de en medio decidiéndose por “La Faraona, tinto de la bodega Descendientes de J.Palacios, vino de mi tierra y el primero de la DO Bierzo en recibir 100 puntos de la guía Wine Advocate (los coloquialmente llamados puntos Parker). Bueno, y que puede llegar a costar 1.200 euros, pero en esta tesitura el dinero me da igual.”

Aquí os dejo un enlace a una Faraona muy bien de precio, por si nos queréis invitar a Luceral y a mí que en esto somos pareja indisoluble.

Una que se nos ajereza es Verónica Ortega, cultwinemaker en el Bierzo, a la que le hemos dado el día ya que me dice que se está agobiando con la situación planteada: “Creo que me abriría un Amontillado muy viejo, como el de Bodegas Emilio Hidalgo, Tresillo 1874, no vaya a ser que me acabe la botella y me quede expectante esperando fallecer, uno que dure mucho y que se joda la muerte”.

Vamos que lo que Verónica plantea es el argumento de “El Séptimo Sello” de Ingmar Bergman, solo que en vez de con una partida de ajedrez, dándole al vaso. Yo este remake lo vería.

Abraham Rivera, colaborador en diferentes medios de asuntos gastrolíquidos y culturales, me deja un audio whatsapp en el que me dice “sueño con jereces viejos, y vinos que pienso nunca volveré a probar. Descubrí en 2015 gracias a Valerio Carrera (prestigioso sumiller actualmente en A Barra) un Agustín Blázquez, un Fino de la década de los sesenta o setenta y, desde entonces, siempre he deseado, rememorando el momento, volver a probar estos jereces de bodegas extintas a partir de Finos. Me parecen magia. Salinidad perturbada.”

Pues, coincidentemente, otra salvajada de Agustín Blázquez es la elegida por Jaime Fernández, en redes @jimmybubbles78, campeón de España de cata a ciegas por equipos 2018, que se decanta por un vino del que se llegó a dudar de su existencia: Agustín Blázquez, Oloroso, Manila Viajado, 1833.

“Un Jerez estirpe de los vinos mareados (vinos que hacían grandes trayectos en barco en donde sufrían singulares evoluciones). El Manila Mareado partió de Cádiz a Manila a finales del s.XIX y, al llegar a destino, según cuentan unos porque estalla la revolución filipina, otros porque el comprador no tenía fondos para hacerse cargo de la mercancía, el caso es que el barco dio media vuelta y la bodega al recuperarlo lo puso en circulación imprimiendo en la etiqueta el sello “Manila Viajado 1833”.

Me gustan estos maridajes, ya que no sabemos que nos espera más allá de la vida pues vamos a apelar a un vino del que no sabemos si queda alguna botella en algún lado.

NO seguramente sea la respuesta a ambas preguntas.

Obviamente de estas referencias no hay enlace ni nada que se le parezca, por lo que voy a contactar con Marta Echávarri, Communications Manager DOCa Rioja, para que lleve este ejercicio a algo más terrenal. Ella para este trance ha elegido al CVNE, Imperial, Gran Reserva, 2004, DOCa Rioja (cómo no).

Se trata del primer vino español, en 2013, que Wine Spectator encumbró a lo más alto de su Top 100 anual (como ha pasado en 2021 con el Castillo Ygay, Gran Reserva Especial, 2010). Marta declara que además fue la referencia con la que su actual pareja le pidió matrimonio semanas antes de esta distinción.

Yo ya le he indicado que me parece un error, para una vez que apareces en Esquire, vincularlo a tu cónyuge del que, más tarde más temprano, acabarás divorciándote traumáticamente renegando para siempre de la lectura de este artículo.

Pero así lo ha querido y así lo dejo. Aquí tenéis un enlace con el de 2014 que sale muy bien de precio.

Ahora abordamos una anomalía que desafía cualquier concepto estadístico y es que tres personas han elegido la misma etiqueta y, de entre ellas, dos de la misma época. Además, que tampoco es un vino que tenga un culto muy militante, más bien al contrario. Al menos eso pensaba yo.

Jordi Luque, escritor gastro en diferentes medios, convoca a Nicolas Joly, Coulée de Serrant, 2014, Loira, Francia y comenta lo siguiente:

“En el caso de que mi vida o el mundo fueran a terminar de forma inminente, circunstancias que en realidad son la misma, yo descorcharía un Clos de la Coulée de Serrant. No precisaré la añada porque la elegiría ad-hoc pero, en el caso que fuera mañana y si estuviera en mi capacidad, elegiría una botella del 2014.

Ese vino, de esa añada, me hizo abrazar la fe vínica y ese despertar tiene, por supuesto, consecuencias: lo naturi, lo biodinámico, lo cósmico y lo místico. Sentí, que ya es mucho, cosas que trascendían al líquido, quiero decir que sentí el terruño, es decir, que tuve una experiencia sinestésica y mientras bebía veía cosas, cosas relacionadas con el Clos. Suena flipado, pero fue así y no había tomado otras drogas, solo el vino.”

Menos de cinco porros este no llevaba, pero bueno aquí os dejo un enlace al 2015.

También es el elegido por Elia Arranz, presente ganadora del Ruinart Sommelier Challenge(vamos que es un talentazo), aunque a ella le gustaría probar las añadas ochenteras, mantiene que “Nicolas Joly, el padre de la biodinámica, es un referente. Estamos ante un vino diferente, único en todos los aspectos porque te transporta a su origen, además de ser considerado uno de los mejores vinos blancos del mundo con una variedad, la Chenin Blanc, que es muy difícil de trabajar.”

Aquí no queda este tema, para completar semejante hat trick me salta Pilar de Haya, Responsable de Eventos y Empresas de Lavinia España, con que: “el vino que me llevaría a la tumba sería: Clos de la Coulee de Serrant, 1988. Un vino vibrante de un terruño casi mágico del Loira.

Rudolf Steiner tenía contactos con el más allá. Veía a los espíritus del astral de los cuales canalizaba información que después plasmó en múltiples libros sobre filosofía, religión, salud, educación o economía. Mundos sutiles, registros akáshicos y ¡agricultura biodinámica!

Nicolas Joly puso en práctica las enseñanzas de Steiner siendo considerado el padre de la viticultura biodinámica. La biodinámica considera a la tierra cómo un ser vivo al que tenemos que cuidar junto con todos los elementos de naturaleza y el cosmos. Vinos hechos desde el amor y no desde el ego. Un vino ideal para transitar de una dimensión a otra e ir muy rápido ¡hacia la luuuz!”

Definitivamente voy a tener que darle más a los vinos de Joly dado su lisérgico efecto.

Y cuando todo apuntaba a que en este listado no iba a aparecer un Vega Sicilia, viene de manera absolutamente inesperada a salvarnos Silvia Prieto, la Prieto de Nanclares y Prieto, elaboradores de culto de la DO Rías Baixas, y es que nos cuenta que “Alberto Nanclares (como podéis ya intuir el Nanclares de Nanclares y Prieto), me regaló un 1979, año de mi nacimiento, lo que me hizo pensar que lo tenía que guardar para un momento especial, siendo el día antes de morir algo bastante singular. Es un vino que aún no he descorchado por lo que, ahora mismo, lo podría beber de darse esta hipótesis.”

El líquido que guarda no es otro que el Vega Sicilia, Tinto, Valbuena, 3er Año, 1979,referencia que ya no existe y que vino a ser sustituida por Alión, o, al menos, Alión es lo que está más cerca de lo que era Valbuena 3er Año.

Quizá no es el mejor momento para decirle a Silvia que es una añada horrible y que lo normal es que el contenido de esa botella sea una especie de agua con alcohol con sabor a sangre. Y lo sé porque también es el año de mi nacimiento y de ese año, salvo en Champagne, todo me ha salido mal tirando a fatal.

Por tanto, os remito al enlace de su 2009 que fue una añada histórica, aunque viniera con 30 años de retraso.

Y faltaría el mío, mi elección, que me voy a guardar ya que pienso que nunca moriré, y no lo escribo en un arrebato infantil negacionista de mi propio fin.

Mi planteamiento tiene, al menos así se ve desde fuera, cierta base científica ya que un biólogo llamado Aubrey de Grey dice que el que llegue vivo a la década de 2040 posiblemente, dado el avance de la tecnología médica, pueda resultar inmortal en cuanto a enfermedades.

Lo de que te peguen cuatro tiros, o cruzar sin mirar, también se vería paliado pero lo mismo no lo suficiente. Yo, vamos, a eso que me agarro como un clavo ardiendo.

Lo mismo Aubrey es un pirado, probablemente, pero que os quedáis sin saber cual sería mi distinguida, ocurrente y divertida elección no vaya a ser que por escribirla no llegue a 2040.

Yo es que soy muy supersticioso, no jugaría con estas cosas así tan a la ligera.